Un viaje visual hacia adentro
Crear collages es uno de mis rituales más profundos. Es una danza entre mis manos y mi alma, una conversación silenciosa con lo que vive en lo más íntimo de mí. Es mi forma favorita de abrir portales hacia lo invisible.
Todo comienza con una palabra. A veces se asoma tímida, otras veces se impone. La escribo sin filtro, como quien abre una puerta. Y así, la página se “rompe” y se abre un espacio nuevo para lo desconocido.
Luego llegan las imágenes...
No las busco. Las dejo que me encuentren.
Las recorto sin pensar, solo sintiendo qué quiere quedarse conmigo. Qué necesita ser parte de esta historia visual.
Palabras, frases sueltas, símbolos que me hablan en un idioma que solo se entiende con el corazón.
No hay un mapa. Solo mi intuición guiando mis dedos. Como una brújula interna.
Armo el collage como quien arma un poema, imagen por imagen, creando un rompecabezas que no necesita lógica, solo alma.
Después vienen los colores...
Pinto, enlazo, integro.
Como si cada pincelada tejiera los fragmentos de mí misma.
Y entonces, la voz aparece clara: coloco las palabras finales. Las que ordenan el mensaje que vine a escuchar.
Es un trance creativo.
Un estado de presencia tan profundo, que olvido el tiempo.
Y ahí es donde ocurre la magia.
En este “spread”, al mirar lo creado, entendí que no fue casualidad:
rocas, mar, atardecer, velas…
Estabilidad y cambio.
Luz en medio de lo incierto.
El recordatorio de que todo fluye, pero yo permanezco.
Que la transformación no es caos, es un retorno amoroso a lo esencial.
¿Te imaginas crear desde ese lugar también?
Un espacio donde no hay errores, solo mensajes esperando ser descubiertos.
Donde el arte se convierte en espejo, y tú, en canal.
Si algo en ti se activó al leer esto… quédate cerca.
Muy pronto estaré compartiendo nuevas formas de crear juntas.
Mientras tanto, puedes escribirme si sientes el llamado.
Con amor y luz,
Sheila